Como todavía no tengo ADSL en casa, no puedo trabajar en los blogs «fiesteros» o verdialeros en los que empleo tanto tiempo; y es que… tengo nada más, y nada menos, que cuatro blogs para controlar toda la información de la Fiesta de Verdiales. Así que, aunque estoy de mudanza y reventada de cansancio, también encuentro tiempo para salir de «flamenqueo» por Madrid. Mi año flamenco no ha podido comenzar mejor.
En un mes he hecho tres salidas flamencas cada ver mejores:
1) Estuve viendo bailar en El Cortijo de Vallecas, un sábado, a la profe de baile de mi sobrina Eva, en Amor de Dios: Amelia Vega, en un montaje fuera de serie sobre el taranto.
2) El día 19 de enero, fue el turno de la guitarra -para mí desconocida y ahora apreciada- del joven tocaor Jesús Guerrero, que se hizo acompañar de un percusionista cubano que me dejó pasmada: Jorge Emilio Pérez, por su tacto, su inteligencia y su suavidad. También hubo sus pinceladas de baile y de compás, que las puso la compañera del guitarrista, la bailaora Ana Morales. La verdad es que este ciclo de Flamencos en Ruta, en el Salón de Actos de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense nos depara unas sorpresas la mar de agradables y de una calidad inusitada.
3) Y por fin, el pasado lunes, le tocó el turno a lo que me gusta de verdad: el cante. Estuve escuchando a un Cancanilla de Málaga pletórico, que igual te canta con sentimiento unas magníficas seguiriyas, que te hace una tanda larguísima de tangos o de bulerías. Lo que no sabía es que bailara tan rebién.
Nos hizo tonás, tangos, soleares y seguiriyas en la primera parte, acompañado en los tangos por Antonio Moya y por Juan Antonio Muñoz, en las soleares y las seguiriyas.
Aquí tenéis las soleares que grabó con su magnífica cámara deFlamenco.com, o lo que es lo mismo, Rafa Manjavacas:
Hay que decir que yo también las grabé con el iPhone, e hice mal, pues las seguiriyas que vinieron después me gustaron mucho más y me cogieron con los brazos cansados y caídos, así que no las pude recoger.
La segunda parte, fue mucho más movidita, pues salvo en las malagueñas -Chacón y el Mellizo-, los palos fueros fiesteros -soleá por bulería y bulerías- y hubo mucho baile: del cantaor de Marbella, de su mujer y de su hija –Chanete– que le acompañaron, con su impecable compás, a las palmas, con sus jaleos y su baile.
Lo pasé muy rebien, para variar, pero eché en falta que Cancanilla nos cantara alguna malagueña «malagueña«, que las hay preciosas, y yo ya estoy un poquitín cansada de escuchar siempre los estilos de Chachón y del Mellizo, que son los que hace todo el mundo. De hecho, como los jóvenes sólo canten las del Mellizo y las de Chacón, les… voy a coger aborrecimiento.
Cancanilla tiene la inteligencia de acompañarse por dos magníficas guitarras, y flamenquísimas, a pesar de no ser andaluzas.
El ambiente y la acústica de la sala, estupendos y el precio… tirado.
Un alivio en el «sota-caballo-rey» al que nos tienen acostumbrados los programadores madrileños. Tres artistazos que no se programan mucho ¡Chapeau!