Susana «La Lupi»: antigua y nueva

2015_06_21 La Lupi
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto en una actuación flamenca.
Creo que la última vez que lo pasé tan bien fue viendo el baile de «La Choni«, en aquel su espectáculo «Por la Gloria de mi madre«.

Se trata del baile, tan antiguo y tan nuevo, de Susana Lupiáñez «La Lupi» en el homenaje que la malagueña le hace a Pastora Imperio en su espectáculo «Cartas a Pastora», ayer en el Centro Cultural de la Villa (Madrid).

Sabía que me iba a gustar pero no que me iba a gustar tanto. No la había visto antes bailar en directo más que brevemente y de muy lejos como invitada de Miguel Poveda, en el Teatro Real de Madrid. Allí me llamó la atención porque bailó unos verdiales (de verdad, no flamencos), con una especie de «rulo» grande o tronco que me dejó pasmada, porque era moderno y rompedor pero a la vez muy flamenco y malagueño. Entonces pensé … ¿cómo es que no había oído hablar de esta malagueña?

Así que llevaba tiempo detrás de ella: de verla en su propia salsa y con un espectáculo propio. Por fin ese sueño se cumplió ayer y en el mejor teatro para el baile de Madrid: la sala Guirau del Centro Cultural de la Villa. No sólo no me defraudó sino que la nombro desde ahora «mi bailora flamenca» predilecta. No es comparable a Eva la Yerbabuena que detentaba ese título hasta hoy, porque son dos estilos muy diferentes y los dos excelentes, según mi gusto.

La Yerbabuena es una magnífica bailarina, precisa y de técnica impecable y la Lupi es una bailora flamenca «flamencona» de verdad (en el mejor sentido de este término). Ambas introducen «movimientos» y gestos nuevos o poco ortodoxos, pero eso juega a favor de su flamencura, cuando se ponen a bailar «a la antigua».

La Lupi, ayer, estuvo soberbia y entregadísima (más de hora y media sin casi abandonar el escenario), recreando el baile antiguo de Pastora Imperio, a la que yo creía estar viendo durante casi todo el tiempo: con su colocación, su «chulería» y desplantes sevillanísimos, su indumentaria y ese manejo tan magistral de todos los aditamentos del baile flamenco: el mantón, el abanico, el sombrero … Los tangos de La Lupi (o quizá de Pastora) no creo que los olvide en mucho tiempo. Por poco me caigo de la butaca. ¡Qué maravilla de brazos, de piernas, agachamientos, retorcimientos y arremangamientos de la falda, y esa «desvergüenza» tan divina de los tangos trianeros! Pa’ mí van a ser siempre los «tangos de la Lupi».

No voy a contar todo lo que me gustó, porque sería muy largo, pero he de mencionar la combinación tan acertada de comicidad y tragedia y el talento de actores de todo el elenco de la compañía encabezada la lista por la propia Susana y por Curro de María, que además de tocar la guitarra y componer maravillosamente, tiene talento cómico como nadie. Y en el cante, he de destacar al que creo que se llama (según el programa) Antonio Nuñez «el Pulga», aunque se dejara el «uniforme» en casa (ja ja jaaaa). Bueno, todos estuvieron estupendos, pues a todos les tocó actuar, además de cantar, tocar, bailar o hacer compás.

Un espectáculo flamenco de lo más recomendable y exportable, pues además de haber una narración (la vida, milagros y desgracias de la sevillana Pastora Imperio reconocible por todo el «mundo mundial») hay baile flamenco por derecho, innovaciones que no chirrían (bueno, a veces el violín se ponía pelín agresivo) y una recreación maravillosa y cómica del baile picarón y algo desvergonzado de las «antiguas» bailaoras de tablao. (¡Ay, Carbonera si te hubiera podido ver hacer tus números!)

¡Maravillosos esos brazos lanzados al cielo, Lupi!

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